Tumbado boca arriba en mi propia cama, encuentro un par de calcetines. Están ahí, moviéndose frente a los míos, regodeándose de una felicidad suprema que todavía no ha llegado.
Suspiros, miradas, canciones, escalofríos. Todo invenciones. Una melodía a piano. Siempre la misma. Me desborda, me descontrola.
Supero su armadura, la rasgo, adelanto a pasos agigantados vuelvo atrás. Llego a encontrar esa mirada acordada a dos centímtros de distancia.
Sabes que voy a vencer y te escondes. Escuchas mis palabras y huyes de la melodía que deseas escuchar. Sientes que no tienes donde escapar. ¿Por qué huyes?
Se acabó el chocolate. Necesito sustituirlo: abrazos gratis.
Y si no me despierto, recuérdame todo lo que hablamos.