Decenas. cientos, miles, millones, decenas de millones, billones de partículas de rocas disgregadas.
Arena. Bajo ella la casuística toma forma, traduce pensamientos y sueños en horizontes palpables, reales a la vista de todo aquel que se deje llevar. El azar me cuida, me mima inexorablemente, sin preguntas. Creo que le gusto. Miro a mi alrededor y ha jugado conmigo para regalarme sonrisas (gracias por esa caída).
Veo crecer día tras día la posibilidad de una vida difícil en el que la felicidad ocupa gran parte del mosaico. Así es fácil aprender, sonreír, sorprender, levantarte, escribir de forma pedante y ser consciente de que es precisamente eso lo que quieres contar.
Y eso me lo ha devuelto la arena. La línea temporal la marca el día a día, una corriente que me devuelve lo que le doy. Pero si un par de días trastoco el mundo para jugar con el azar y me regala todo lo que envuelven las millones de partículas de rocas disgregadas, me enamoro. Dejarse llevar por esa corriente alternativa, no es más que ceder al impulso de las miradas que compartes y descubrir todas las que pueden hacerlo te demuestra que todos los días puedes sonreír gracias a alguien diferente.
Esa madrugada sigue eterna, viva, impasible ante mis pasos. Me sigue eligiendo y yo sigo jugando. Y quiero más. Las horas del día me dejan exprimir su significado, vosotros me mantenéis vivo, hacéis que todo tenga sentido, que la amistad no sea una banalidad que se desprestigia en disputas.
Ando enamorado de sensaciones, de la vida, de saber que necesito estrujar ese minutero. El dónde me lo ha regalado la playa, pero está acompañado del quién. Sin nombres propios, sabéis que si leéis esto algún día, una simple sonrisa me regala horas de escritura, de recuerdos, de vivencias, de revelaciones casuales que este finde me han insuflado si cabe, algo más de aire puro.
La vida es conocer que puedes, saber que quieres, responder y gritar qué eres, qué sientes, qué quieres sentir. Entre todo ese tumulto, escucho vuestras voces, las que acompañan estas palabras durante toda una vida.
Unas suenan algo más altas, otras se esfuman en la madrugada de una playa. Junto a todo ello, sueños que nunca entiendes, justo al lado de esas sensaciones que no sabes explicar, debajo de las ganas de morder, escondido tras un pellizco, abandonado en una sonrisa, siempre pendiente de un eterno paseo en la madrugada.
Arena. Bajo ella la casuística toma forma, traduce pensamientos y sueños en horizontes palpables, reales a la vista de todo aquel que se deje llevar. El azar me cuida, me mima inexorablemente, sin preguntas. Creo que le gusto. Miro a mi alrededor y ha jugado conmigo para regalarme sonrisas (gracias por esa caída).
Veo crecer día tras día la posibilidad de una vida difícil en el que la felicidad ocupa gran parte del mosaico. Así es fácil aprender, sonreír, sorprender, levantarte, escribir de forma pedante y ser consciente de que es precisamente eso lo que quieres contar.
Y eso me lo ha devuelto la arena. La línea temporal la marca el día a día, una corriente que me devuelve lo que le doy. Pero si un par de días trastoco el mundo para jugar con el azar y me regala todo lo que envuelven las millones de partículas de rocas disgregadas, me enamoro. Dejarse llevar por esa corriente alternativa, no es más que ceder al impulso de las miradas que compartes y descubrir todas las que pueden hacerlo te demuestra que todos los días puedes sonreír gracias a alguien diferente.
Esa madrugada sigue eterna, viva, impasible ante mis pasos. Me sigue eligiendo y yo sigo jugando. Y quiero más. Las horas del día me dejan exprimir su significado, vosotros me mantenéis vivo, hacéis que todo tenga sentido, que la amistad no sea una banalidad que se desprestigia en disputas.
Ando enamorado de sensaciones, de la vida, de saber que necesito estrujar ese minutero. El dónde me lo ha regalado la playa, pero está acompañado del quién. Sin nombres propios, sabéis que si leéis esto algún día, una simple sonrisa me regala horas de escritura, de recuerdos, de vivencias, de revelaciones casuales que este finde me han insuflado si cabe, algo más de aire puro.
La vida es conocer que puedes, saber que quieres, responder y gritar qué eres, qué sientes, qué quieres sentir. Entre todo ese tumulto, escucho vuestras voces, las que acompañan estas palabras durante toda una vida.
Unas suenan algo más altas, otras se esfuman en la madrugada de una playa. Junto a todo ello, sueños que nunca entiendes, justo al lado de esas sensaciones que no sabes explicar, debajo de las ganas de morder, escondido tras un pellizco, abandonado en una sonrisa, siempre pendiente de un eterno paseo en la madrugada.
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