viernes, 6 de septiembre de 2013

Papel en blanco

Un guiño, una sonrisa, un chasquido. Ahora, al revés. Un chasquido, una sonrisa, un guiño. Así sí.



Sigo sin recuperar la mitad de lo que fui. Esa noche. Descuido ese segundo y me dejo llevar por los vaivenes de la orilla, oscura, maltratada, intimidada por lo que empiezo a susurrarle. El agua se estremece. Dudo. El cielo, rojizo, me aleja de la realidad. Debería morir viendo esto, me quedo. Pero no porque lo merezca o crea, sino porque cierra el círculo.

Engaño al impulso que dentro de mí me empuja a sentir y lo obligo a gritar hasta escucharlo. Quiero debatir con él. Sólo escucho olas. Cierro los ojos, lo mando a la mierda, respiro, lo olvido, silencio ese tirón, grito, GRITO, empiezo a hablar, me escucho, dejo de sentir.

La lucha por entender un significado que te supera, que no controlas, que arde...me reconforta y me altera. Vuelvo a sonreír al tiempo que de reojo, busco el color del cielo para corroborar la realidad de mi literatura. Me abrazan, abrazo, me pierdo entre las olas. Vuelvo a morir. Soy débil, he forjado mal esa capa y necesito sentir más allá de lo que especifica en el contrato.

Alguien te da algo para evitar el miedo. Pero ya gasté esa opción en ponerme un bañador para sumergirme en las olas, sólo, en silencio, perdido en la noche. Quizás no estaba sólo. Quizás no lo recuerde. Quizás no lo olvide. Quizás no se repita. Quizás siga allí todavía. Quizás no sea nada más que un mensaje vacío dentro de una botella.

Pero alguien ha comprado esa botella, ha cogido un papel, ha dejado de lado su tiempo para meterle un papel y llevarla al agua sin haber escrito nada. Y yo quiero entenderlo antes de disfrutar del tiempo que otro me ha regalado. Y egoísta de mí, sólo pensando en cerrar un círculo que ni siquiera ha comenzado. Y a la decimonovena vez que vuelvo el papel para comprobar que no hay nada escrito, lo entiendo. Yo soy ese maldito papel arrugado que tengo en mis manos.

No tengo con qué escribir. No sé igualmente qué escribiría, pero ese vacío lo voy a guardar hasta poder devolver al agua unas líneas. Sentado, frente al mar, me levanto por primera vez para volverme y empezar a andar. Dejo la botella, guardo el papel en blanco y me preparo para alguna derrota más antes se volver a luchar.

Sonrío, te busco. No estás. Nunca has estado porque no sé quién eres, pero gracias por dejarte seducir por mi mente para dejar ese papel en blanco.

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