jueves, 15 de julio de 2010

Smiles

Absorto ante mis propios pensamientos. No sé expresar lo que sucede porque si ahora mismo alguien llamase, se daría cuenta de que la puerta se acaba de abrir. Han entrado sin llamar, tenían la llave y no me lo habían dicho.



Al abrir la ventana el viento me despertó con un zarpazo de aire frío e inesperado. Sin ceder, entendí que me proponía una tregua para permitirme abrir los ojos y volver a ver el mundo.

Pestañeo con cuidado, me encuentro sentado en un autobus, me levanto, bajo de él y cruzo la acera. El fin de la calle en la que entro no se ve a primera vista, pero el viento ha cumplido su promesa y ha desparecido dejando paso a una niebla espesa que ahora juega conmigo.

Despacio, tiento a ciegas el camino y espero.

Una hilo de voz me susurra al oído. Por más que me concentro no encuentro en la memoria esas palabras que fueron imperceptibles para mis sentidos, ni siquiera sé cómo mi mente llegó a entender que alguien me hablaba. No escucho nada, pero siento sus cálidas manos alrededor de mi cuello. No me roza, pero acierto a sentir esa distancia de apenas unos centímetros con mi piel. Sin esperar más, sus manos con olor suave y dulce, me colocan unas vendas.

Creo que soñé ese momento, pero durante esta noche, en este mismo instante en el que escribo, vuelvo a cerrar los ojos y compruebo que sea o no cierto, mi mente lo entiende como real y mis nervios se multiplican sin más necesidad que la imaginación y el tacto de sus manos tras mi mente.

El símple hecho de pensarlo, ya hace que sea especial, ya hace que lo sienta, ya hace que mi puño sea consciente de que no puede mantenerse cerrado todo el tiempo, de que la luz necesita salir, de que necesita aire para respirar y de que Agosto es el mejor mes para ello. Buscando el aire, encontré sus manos, aunque sigo buscando su mirada, porque la venda que me ha colocado, hace que respire su mismo aire sin saber con certeza cual es el color de sus ojos.

El piano, siempre de fondo, sabe que su efecto multiplica por mil cada sentimiento, pero aún siendo consciente de ello, subo el volumen para sentirme lleno de la garra que necesito para apretar fuerte los puños y soñar con que puedo abrirlos. Y dejar escapar la luz, y acabar con la niebla para así, seguir caminando junto al compás de tus notas y de sus manos. De sus notas y de tus manos.