Escucho la nueva de Eminem y Rihanna (casi imposible encontrar en youtube) y pienso en chocar con el futuro, en golpear el aire, en gritarle a mi instinto miles de cosas que antes no se me hubieran ocurrido.
Nada, a la mente sólo una frase, mítica. Regañá con lechuga. Ruibobille, pa matarte.
Eminen me da latigazos con su letra, con sus incesantes chirridos, Rihanna me consuela, juega con su voz y me atrae, me despista, hasta que vuelvo a la realidad.
Y PAM, toma canción desconocida, más me gusta.
Salgo al balcón imaginario y ruego a los dioses que me den la opción de elegir entre todas las ventanas que me abren sus puertas. Muchas siguen abiertas, otras se abren, pero la mayoría siguen abiertas y son las que me atraen, aunque prefiero quedarme sintiendo el aire que surca entre ventana y ventana y llega a mi frente. Tanto sudor no puede ser bueno.
Contemplo el aire y sin ver la respuesta, siento que estoy ahí, en un espacio que siendo tan inmenso, no es nada tangible. El cielo me fascina. Ilógico, tan irreal como cierto, sólo las nubes saben de qué está hecho y de momento no he investigado a fondo el tema como para soltar aquí de repende en un blog la verdad de las verdades.
Las 3 de la mañana, nada cuadra, pero el viento cada vez responde con más fuerza y me presiona para salir a volar y continuar en una dirección.
-No, gracias. Ahora mismo prefiero seguir disfrutándote desde la casilla de salida. He dado demasiadas vueltas como para completar otra vez el tablero con un poco de suerte. Déjame tranquilo y sigue soplando, que ahora mismo es lo único que necesito, un poco de aire.
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